Hace unos días hablábamos a un buen grupo de padres y madres del colegio Alborada en Alcalá de Henares, ellos y ellas me escuchaban desde su cabeza de hombre o mujer, y muchas cosas resonarían más en uno que en otro, y en otras pensarían lo bien que les viene al otro.
Es que somos muy distinto. Particularmente en cómo comunicamos.
“Mira, a mi es que cuando nos ponemos a hablar se me llena el vaso pronto por así decirlo y a mi mujer nunca le parece bastante!”
Siempre digo que huyo de los clichés de los estereotipos, pero es verdad que en términos generales este comentario me lo suelo encontrar más de ellos hacia ellas que al contrario. Incluso puede continuar así:
“Yo soy de poca conversación y eso ella ya lo sabía desde que nos conocimos así que ahora no puede esperar mucho cambio”
Y no le falta razón porque el ser más o menos abierto a la comunicación y al diálogo es algo que va dentro de nuestro disco duro, nuestro temperamento. Pero al mismo tiempo, hemos decidido estar juntos para hacernos felices el uno al otro. Por eso no es excusa el famoso “yo soy así!”
Un proyecto de vida en común requiere amoldarse al otro, adaptarse a como es y a lo que espera de mí. Y eso es quererse de verdad saliendo de mi propio yo que me suele llevar al egoísmo galopante.
Por lo tanto, esfuerzo por salir de la gruta por un lado venciendo mi propia resistencia y por el otro lado, comprensión frente a una persona distinta a ti y a quien por tanto no debes tratar de formatear a tu manera. Nunca será como tú ni falta que hace!
0 comentarios