Hoy millones de personas en miles de lugares del mundo celebramos la victoria del bien sobre el mal, de la alegría sobre la tristeza, de la vida sobre la muerte.
Por eso pensé en escribir, precisamente desde este contexto de encierro, sobre algo tan necesario que a veces lo damos por descontado: La esperanza. Vivimos de esperanza. Sin esperanza no podemos avanzar.
Yo esto lo veo en muchas parejas que vienen a buscar ayuda a mi despacho, muchas veces lo más importante que debo hacer por ellos es restaurar la esperanza, hacerles ver que pueden, mejor dicho recordarles de lo que son capaces, poner en presente todo aquello que tienen juntos y que quizás han perdido de vista.
En definitiva se trata de recuperar la esperanza de que es posible vivir juntos y felices.
No podemos vivir sin esperanza, entonces todos los agujeros son un pozo sin fondo, todos los montes son el Everest que no hay quien lo suba, toda película acaba mal seguro.
Y ¿cómo hago si no veo futuro?
Empieza por trabajar tu interior. Tu actitud.Destierra los pensamientos negativos.
Enfréntate con decisión a esos demonios que te susurran que no puedes que es imposible, mándalos muy lejos muy lejos… Y no te permitas dialogar con ellos nunca.
Continúa poniendo tus recuerdos en orden, da prioridad a todos esos buenos momentos que habéis tenido juntos, regodéate en ellos porque son reales, no son una buena serie de televisión.Tienes derecho a recordarlos y a pensar en ellos, incluso a emocionarte.
Ahora piensa en el momento actual qué puedes hacer que te devuelva, que os devuelva esos sentimientos que teníais.
Y ponte manos a la obra, toma iniciativas, plantea cosas que quieras hacer con él, con ella, que os ayuden a caldear el ambiente.
Poco a poco irás ganando convicción interior de que puedes, de que podéis, te irás cómo entrenando y hará que estés cada vez más en forma. Y ya sabes el ejercicio genera endorfinas y las endorfinas te hacen sentir pletórico capaz y con fuerza. A por ello
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